Desde las grandiosas tumbas de Novodevichy, en Moscú, hasta los huesos mayas en caja de Pomuch, en la provincia mexicana de Campeche, cada pueblo hace alarde de su propia forma de vida. Incluso en la muerte.
Alrededor de la capital Mérida, por cada hacienda henequenera colonial, hay al menos un cenote. A menudo coexisten y, como ha sucedido con la semi-recuperada Hacienda Mucuyché, a dúo, forman algunos de los lugares más sublimes del Sureste mexicano.