
Los visitantes de Madeira quedan encantados con su dramatismo casi tropical. En este caso, el autor debe confesar que fue el destino de sus tres primeros viajes en avión. Que tiene una amiga de allá, que lo hizo ser un poco de allá. De la Madeira frente al norte infinito. Del intrépido y acogedor Seixal.

Curva tras curva, túnel tras túnel, llegamos al soleado y festivo sur de Paul do Mar. Se nos pone la piel de gallina con la bajada al vertiginoso retiro de Achadas da Cruz. Ascendemos de nuevo y nos maravillamos con el cabo final de Ponta do Pargo. Todo esto, en los confines occidentales de Madeira.

Porto Santo, descubierto durante una tormentosa Vuelta del Mar, sigue siendo un refugio providencial. Innumerables aviones que el clima desvía de la vecina Madeira garantizan su aterrizaje allí. Como lo hacen miles de vacacionistas cada año, rindidos ante la suavidad e inmensidad de la playa dorada y la exuberancia de los paisajes volcánicos.