Proyectada del desierto de Mojave como un espejismo de neón, la capital norteamericana del juego y el entretenimiento se vive como una apuesta oscura. Exuberante y adictiva, Vegas ni aprende ni se arrepiente.
Comenzó como un juguete, pero el apetito japonés por las ganancias rápidamente convirtió al pachinko en una obsesión nacional. Hoy, hay 30 millones de japoneses entregados a estas máquinas de juego alienantes.
A finales del siglo XVIII, los campesinos se rindieron a un juego introducido para enfriar la fiebre de las cartas à dinero. Hoy, jugado casi solo por abuelitas, lotería de Campeche es poco más que una diversión.
El famoso Strip no siempre ha centrado las atenciónes en Las Vegas. Muchos de sus hoteles y casinos replicaron el glamour de neón de la calle que antes más se destacava: Fremont Street.