Los visitantes de Madeira quedan encantados con su dramatismo casi tropical. En este caso, el autor debe confesar que fue el destino de sus tres primeros viajes en avión. Que tiene una amiga de allá, que lo hizo ser un poco de allá. De la Madeira frente al norte infinito. Del intrépido y acogedor Seixal.
Desde hace mucho que esta región del interior de Madeira ha sido la encargada de repoblar la trucha arcoíris de la isla. Entre los senderos y levadas que confluyen en sus viveros, el Parque Florestal Ribeiro Frio esconde grandiosas panorámicas sobre el Pico Arieiro, el Pico Ruivo y el valle de Ribeira da Metade que se extiende hasta la costa norte.
Curva tras curva, túnel tras túnel, llegamos al soleado y festivo sur de Paul do Mar. Se nos pone la piel de gallina con la bajada al vertiginoso retiro de Achadas da Cruz. Ascendemos de nuevo y nos maravillamos con el cabo final de Ponta do Pargo. Todo esto, en los confines occidentales de Madeira.