
No todas las costas tropicales son refugios placenteros y revigorantes. Golpeado por un oleaje violento, minado por corrientes traidoras y, peor aún, escenario de los ataques de tiburones más frecuentes sobre la faz de la Tierra, el de la Isla Reunión no concede a sus bañistas la paz y el deleite que anhelan de él.

Cilaos aparece en una de las viejas calderas verdes de la isla de Reunión. Inicialmente estaba habitado por esclavos fuera de la ley que creían que estaban a salvo en ese fin del mundo. Una vez hecho accesible, tampoco la remota ubicación del cráter impidió el refugio de un pueblo que ahora es peculiar y halagado.

James Cook nombró así a la lejana Nueva Caledonia porque le recordaba a la Escocia de su padre. Los colonos franceses fueran menos románticos. Tras descubriren una de las mayores reservas de níquel del mundo, bautizaram la isla madre del archipiélago de Le Caillou. Ni siquiera su minería la impide de ser uno de los lugares más deslumbrantes del Pacífico del Sur.