En el último tramo de la Ruta 60, la camioneta paga el precio de la antigüedad del destino.
El camino sigue siendo un verdadero malecón, hecho de piedras que no están lisas o nada lisas, lo que hace que el vehículo y los pasajeros tiemblen aún más.
Con el tiempo dedicado a esa ruta, el conductor aprendió a defenderse. Coloque las dos ruedas a la derecha sobre la zanja que drena raros torrentes de agua. De esa manera, salvas la furgoneta y nos ahorras la mitad del desgaste.
Ascendimos, en zigzag, para surcar la colonia de yucas (yuca brevifolia) que nos rodeó desde que desembarcamos en São Luís, la capital de Potosina.
Nos acercamos a los más de 2700 m que se encuentra Real de Catorce. Con el clima proveniente del sur, la altitud valida el calor de la mañana. Pronto, cambiaría drásticamente.
Hemos llegado al cenit del camino. Un portal de piedra arqueado recibe a los visitantes con un “Bienvenidos a Real de Catorce”. Más adelante, seguimos viendo laderas marrones de arbustos espinosos y cactus.
Ni rastro de un pueblo digno de ese nombre.
Más allá del portal, casi a la sombra de las montañas, crece una fila de autos, esperando permiso para avanzar. Allí notamos la inminencia del túnel de Ogarrio del que tanto habíamos oído hablar, el largo pasaje subterráneo hacia el pueblo.
Esperamos poco. El tráfico que viene de allí a aquí se agota en un santiamén. Con la bandera verde izada por un joven señalero, seguimos la cola de la caravana que entraba.
Recorrimos 2km excavados en la roca, siempre con marcas de piquetas y explosiones de dinamita amarillentas por la iluminación artificial. Hasta que volvamos a la luz fulminante, a pesar de la sequedad de los escenarios tropicales.
Después de todo, habíamos cruzado la línea imaginaria del Trópico de Cáncer, apenas cincuenta y tantos kilómetros al sur.
La fiebre del Pueblo Mágico de Real de Catorce
En las primeras horas de la tarde de un domingo, nos cruzamos con una multitud de extranjeros que cruzaban, aquí y allá, por la calle Lanzagorta, en el entramado de calles, callejones y callejones paralelos que se bifurcaban de este eje central.
Innumerables puestos y escaparates afuera exhiben y empujan antojitos mexicanos de todo tipo y más, artesanía e incluso remedios naturalistas para una miríada de dolencias.
Con esfuerzo, atravesamos el Parroquia de la Purísima Concepción, hacia la Plaza Hidalgo, con su ya esperado quiosco de música, el corazón urbano de la localidad. De allí, todavía, cuando nos sorprendió la inesperada aglomeración, en busca del hotel donde íbamos a hospedarnos, tomamos coraje y encaramos una de las cuestas mal pavimentadas que emergen de la plaza hacia el oeste.
"¡Tenemos tamales, señores! Micheladas, cheladas, tejuinos, atolones” nos sedujo con veneradas especialidades de México, los vendedores atentos al sudor y saturación que ya veníamos mostrando.
Evitamos ceder. En su lugar, inclinamos la cabeza y nos enfrentamos a la multitud de nuevo. Remolcamos las maletas por el camino hasta las habitaciones reservadas. Bajo la mirada jocosa de los muchos caballeros locales.
Los que conducen grupos de aspirantes a la cima de las antiguas minas y de regreso. Y los que esperan clientes, en animada conversación, a la orilla de Plaza Hidalgo.
Hoy, la confusión que se apodera de Real de Catorce dura lo que duran los fines de semana y las festividades mexicanas.
Con cada regreso de los días laborables, el pueblo se entrega a sus mil cuatrocientos habitantes, casi todos los cuales son sostenidos por el pesos dejados por las efímeras incursiones de forasteros.
El origen argentino, algo caótico por Real de Catorce
Ya en su génesis minera, la Pueblo todo era una turba caótica y codiciosa que se resistía a cualquier apariencia de orden.
Ya que, al menos a principios del siglo XVIII, existía un caserío en la comarca. En cierto momento de la historia colonial, catorce soldados de la corona española fueron emboscados y asesinados allí por guerreros chichimecas, un grupo étnico indígena que los españoles habían buscado durante mucho tiempo someter.
Nos adelantamos a 1773. Se cree que dos mineros, Sebastián Coronado y Manuel Martínez, descubrieron plata en las laderas de la actual Sierra de Catorce. Se probarían grandes vetas, tan anchas como las que se encuentran en las zonas vecinas de Zacatecas y Guanajuato.
tal como había sucedido en otro lugar de mexico, miles de buscadores, mineros y solo aventureros acuden al lugar, deseosos de hacer fortuna.
Durante varios años, los recién llegados se instalaron y acumularon. Subsistían por la codicia de la plata, en lo que se estaba convirtiendo, ante todos, en un dominio sin ley ni rey, del Altiplano mexicano.
Así fue hasta que el gobierno colonial nombró a Silvestre López Portillo, comisionado encargado de evaluar el potencial minero de la Sierra de Catorce y, años después, también de la fundación del Real de Minas de la Purísima Concepción de los Catorce.
La autoridad estatal y el orden colonial de López Portillo
Fue López Portillo quien delineó la estructura actual del pueblo, quien repartió los títulos de propiedad entre los muchos reclamantes.
Y quien, de su propio bolsillo, durante algún tiempo, pagó sucesivas obras de urbanización, hasta que, finalmente, la minería comenzó a garantizar ganancias que cubrían cualquier gasto.
Se sabe, además, que, en 1784 y años siguientes, la producción anual de plata de Real de Catorce fue de 8.6 toneladas, una de las más abundantes del Nuevo Mundo hispano.
Bajo la supervisión de las autoridades centrales del Virreinato, López Portillo transformó el campamento ruidoso en el pueblo exigente que continuamos descubriendo.
La Paz Fría que llega a Real de Catorce, con el Fin de Semana
Poco a poco, hasta el final del domingo, casi todos los encontraresemaneros estampida. Los dueños de negocios derriban puestos y escaparates. Real de Catorce entra en una modalidad de descanso, más fiel a cómo, antes de la llegada del turismo, el Historia la había dejado.
La madrugada viene acompañada de un frente frío que, durante el invierno, desciende del Ártico, atraviesa Estados Unidos y, con frecuencia, cubre de nieve y congela el norte de México.
El hecho de que el sol dejara de sonreírle a Real de Catorce, poco o nada nos desanima. En cambio, nos dedicamos a explorar algunos de sus intrigantes interiores.
Empezando por la amplia y suntuosa Parróquia de la Purísima Concepción, de nave dorada, construida sobre suelos de madera.
El monumento católico esconde un pasado turbulento. La del derrumbe de su cúpula en 1800, que mató a un creyente, el incendio de 1817 y la prohibición del culto durante la Revolución Mexicana de 1910.
San Francisco de Asís y el arte de su culto milagroso
También esconde una especie de exposición popular, siempre creciente, en un ala lateral dedicada a las supuestas hazañas de San Francisco de Asís.
Por extraño que parezca, a pesar del condominio con Jesucristo y el Nuestra Señora de Guadalupe, Panchito ou Charrito, como lo tratan los fieles, ha sido durante mucho tiempo la figura religiosa más venerada en Real de Catorce y sus alrededores.
Entramos en el espacio de trabajo de milagros de la iglesia.
Allí encontramos cientos de pinturas hechas por los creyentes, la mayoría de ellas con un estilo infantil o kitsch, ilustraciones de igual número de intervenciones consideradas divinas en las que Dios, a través del Santo, intercedió y salvó la vida de fieles mexicanos de todas las épocas.
Allí podemos apreciar pinturas que retratan la tragedia del niño que, durante un descanso en un viaje en auto, se perdió en la selva y fue encontrado días después, con vida, el trabajador de PEMEX (Petróleos Mexicanos) librado de un accidente en el que , si no fuera por el Divinidad, habría perecido.
En la base de uno de los grandes paneles, a la altura de la tierra, accesible a los creyentes, notamos otra subexposición, en la que se alinean decenas de estatuillas de San Francisco de Asís, Cristo, la Virgen de Guadalupe y otras santidades milagrosas. arriba. .
Sobre la hora de cierre, los empleados del mostrador de la tienda de la iglesia nos hacen salir por la puerta central de la nave.
Cuando lo hacemos, salimos de la dimensión espiritual, volviendo a la dimensión materialista en la génesis de Real de Catorce, la que, recordemos, financió la magnánima parroquia.
Del Real da Nueva España al Pueblo Mágico Mexicano
Frente a la fachada principal de la iglesia, mirando hacia la altura donde se expandían las minas, se encuentra la Casa da Moeda do Pueblo.
Fue construido en 1863 con el objetivo de, a las puertas de tanta plata, oficializar la producción de monedas y medallas que ya se venía produciendo desde principios de siglo y que se intensificó con el estallido de la Guerra de la Independencia (1810- 21), conflicto en el que los sublevados necesitaban financiar la lucha de la todopoderosa Corona española.
Real de Catorze pasó del español al mexicano en agosto de 1821. Finalizando el siglo XIX, el pueblo contaba con unos quince mil habitantes, diez veces más que la población actual.
Tenía su propia plaza de toros y varias de sus tiendas vendían artículos de lujo importados de Europa.
Unos años más tarde, la plata la traicionó.
Veremos cómo, en la 2ª parte de este artículo dedicado a Real de Catorce.
DONDE ALOJARSE EN REAL DE CATORCE
hotelruinasdelreal.com