Entramos en Real de Catorce por su túnel. Al túnel decidimos regresar.
La travesía pionera había resultado, al final, demasiado rápida e insípida. Un túnel con el pasado y la historia de Ogarrio merecía otro tipo de atención.
Cuando llegamos a la entrada del pueblo, la cola de vehículos que esperan para dejarte es corta.
Con walkie-talkie en mano, la vigila Norma Martínez, una de las seis chicas encargadas de gestionar las entradas y salidas, evitando cruces simultáneos en sentido contrario y consecuentes colisiones.
Norma comienza por encontrar extraño que estemos allí. Cuando iniciamos una conversación, se dio cuenta de que podía hablar con nosotros en español ya gusto.
Cálmate. Nos responde, sin ceremonias, a las sucesivas preguntas. “¿Por qué somos todas chicas? Bueno, no sé, creo que la idea también era contribuir a una recepción más comprensiva de la Real.
Ahora somos seis. Algunos trabajan en el turno de la mañana. Los demás, por la tarde, hasta las once de la noche. A partir de ese momento, la gente cruza sola”.
El último de los autos llega al otro lado de la montaña. Norma interrumpe. Pulse Aceptar para que continúe la siguiente cola. Poco interesados en recorrer a pie los 2300m del túnel, con los autos corriendo, nos acercamos a una familia que estaba a punto de partir.
A la buena moda mexicana, acceda de inmediato a llevarnos allí.
Lo hacemos de buen humor. Para empezar, nos interesó ese final del túnel, por la capilla que lo bendice y que, antes, bendijo el trabajo en las minas.
La monumental pero tardía obra del túnel de Ogarrio
El túnel de Ogarrio fue excavado por Vicente Irizar Aróstegui, natural de Ogarrio, al oeste de Bilbao, Cantabria.
Años antes, en 1895, el presidente mexicano Porfírio Díaz estuvo presente en Real de Catorce, para la inauguración de maquinaria ordenada en San Francisco, Estados Unidos, lo que impulsaría la extracción de plata de las minas de Santa Ana, una de las más rentables.
Al llegar, Porfirio Díaz se vio obligado a montar a caballo arriba y abajo de la sierra de Catorce que esconde el pueblo.
De esta pena a la que se vio obligado el líder de la joven nación, surgió la idea de abrir el túnel, partiendo del sótano ya existente de la mina y hacienda Trompeta de Dolores.
El trabajo duró desde 1897 hasta 1901.
En su extensión, el túnel contaba con conexiones a las minas que facilitaban el despacho de relaves de mineral y el flujo de plata a los denominados beneficio haciendas que las autoridades definieron para transformar la plata en bruto, a fin de extraer de ella plomo y otros metales no preciosos.
De un lado al otro del túnel
Caminamos hasta la capilla cerca de la entrada del túnel.
Nos posicionamos en un punto más amplio, propicio para hacer nuestras fotos de esa especie de cueva excavada a mano, a la que, en contraste, la iluminación artificial le daba un tono dorado.
Una vez satisfechos, volvemos al punto de partida, bendecidos también por una imagen del Señora de los Dolores.
Con otra línea de vehículos a nuestra merced, pudimos conseguir que nos llevaran de nuevo en tres ocasiones. En la caja de la camioneta pick-up de Sebastián y familia, quienes viajaban por unos días de fuga en Real de Catorce.
Filmamos toda la ruta. El juego de luces generado por las luces del techo interactuando con las de los coches. Cuando nos asomamos a la cabina del recoger, notamos que Sebastián y su gente hacían lo mismo, cada pasajero con su teléfono.
De vuelta en el cielo abierto, descendemos y gracias por su amabilidad. Nos despedimos de Sebastián. Y Norma Martínez, que resistió en su turno.
Desde la boca del túnel, nos dirigimos hacia el camino de montaña casi contiguo que conduce a las minas abandonadas.
Hoy, los miles de visitantes que ceden a las sugerencias de los vaqueros de Real, en permanente promoción de sus visitas guiadas.
en busca de pueblo fantasma Arriba Real de Catorce
A nosotros nos había parecido más adecuado subir a pie. Rápidamente cosechamos recompensas de la decisión.
Al principio, logramos fotografiar uno de estos vaqueros que remolcaba caballos, al pasar junto a uno de los árboles de Josué más grandes que hemos visto hasta el día de hoy.
Poco a poco, la ladera deja ver las amplias pero compactas casonas de Real de Catorce, coronadas por la Parróquia de la Purísima Concepción.
Aquí y allá, visto entre cactus, otros árboles de Josué y arbustos del desierto relacionados.
Unas primeras ruinas nos dejan confundidos. Decididos que no podía ser sólo eso, entramos en la cima de la cordillera.
Una rampa empedrada aparece desde el camino. Cuando lo seguimos con la vista, detectamos un coyote.
Vagando, la criatura se detiene. Examínanos.
Luego reanude sus pasos. Se detiene de nuevo en la cuesta, para apreciarnos.
Solo parte de una vez por todas cuando esbozamos un enfoque que nos permita mejores imágenes.
Las ruinas de uno de los haciendas los mineros no tardan, todavía empañado por las manchas de mercurio y otros desechos y escombros de los que sobresalen cactus y viejas chimeneas.
todo uno Pueblo abandonado y fantasma, Así lo tratan los indígenas de Real de Catorce, conscientes también de que la terminología incita a los visitantes a pagar los paseos a caballo.
El trato parece haberse extendido a Real de Catorce en general. Con sus casi 1400 habitantes actuales y 570 mil visitantes registrados, durante 2021 –récord absoluto en un año de pandemia– ciudad muerta ahora tendrá poco sentido.
Este no fue siempre el caso.
Real de Catorce: el Trambolhão del Valor da Prata que dictó el abandono
En 1900, el gobierno de los Estados Unidos decretó el fin del llamado bimetalismo y decretó que el dólar estadounidense estaría indexado al valor del oro.
De un momento a otro, el precio del oro se disparó. El de la plata se ha derrumbado a números nunca antes vistos.
Por si fuera poco, la explotación de las vetas más accesibles de Real de Catorce ya se había agotado. Su continuación resultó ser compleja y costosa.
Frente a esta liga de factores fatales, los dueños de propiedades haciendas decidió abandonar el pueblo y la región.
Sus empleados y mineros hicieron lo mismo.
Unos años después, solo quedaba un puñado de habitantes resistentes al cambio, que subsistían con algo de plata que lograban extraer y –en lugar de ceder como antes a los patrones– vender.
Ese fue el colmo de lo real. ciudad muerta de Real de Catorce.
Volvemos al borde de la cuesta, dominando el pueblo. Vemos el sol a punto de extenderse más allá de las casas y el Chihuahua.
Como la gran estrella, la temperatura también se desplomó.
El Regreso Nocturno a Povoação
nos resistimos a admirar Real de Catorce respondiendo al tono negro, con una miríada de lucecitas generando oro en las fachadas y paredes.
Cuando la bóveda celeste ya estaba casi en todo su esplendor, inauguramos un torpe regreso al pueblo, arrastrando una comitiva de caballeros, tropezando y repeliendo.
En la esquina de Calle Lanzagorta y Morelos, el logo de RealBucks Café, emulado del famoso Starbucks, brilló como nunca.
De pie en sus puestos, los vendedores ofrecieron champurrado e atolones alternativas muy cálidas y acogedoras, populares en todo México.
Compartimos uno de cada uno, indecisos sobre qué bebida tradicional preferiríamos.
Agotados por los 12 km de desnivel del día, nos resguardamos y recuperamos energías en la habitación del hotel Ruínas del Real.
Real de Catorce: el Palenque, el Cementerio y la Capilla de Guadalupe
El amanecer trae un nuevo día soleado. Lo dedicamos a explorar otra ala del Pueblo de los que sabíamos poco o nada. Al principio, en una demanda desesperada del palenque de gallos locales.
La erigió, en un pretendido estilo romano, sin igual en el país, un aficionado a la pelea de gallos nombró a Diego González Lavín, para lucrar con uno de los pasatiempos que, junto con la tauromaquia, mejor divertía a los mineros.
Restaurado en 1977, el palenque permanece oculto y resguardado tras enormes puertas que, finalmente, nos abrieron los responsables de turismo de Real de Catorce.
Desde el palenque, apuntamos al cementerio Real.
La Muerte y Celebración de la Juventud Quiceñera
Cuando llegamos allí, se está llevando a cabo un funeral.
Se celebra y toca con guitarras, trompetas y otros instrumentos de viento, unos temas metálicos y estridentes tras otros, con pausas que pensábamos que eran el final de la ceremonia, pero que siempre daban paso a unas cuantas más.
Los residentes de Real de Catorce han sido enterrados durante mucho tiempo alrededor de la capilla de Guadalupe. El suelo del templo tiene incluso lápidas que identifican a algunos de los pioneros españoles por estos lares.
La comitiva de luto conmemoró así la muerte, entre estatuillas de Cristo y vistosas flores de plástico.
Al mismo tiempo, justo debajo, con vistas a otro cerro cubierto de árboles de Josué, Paris Kimberly, una visitante del vecino pueblo de Cedral, celebraba la juventud de su vida.
Estaba posando, vestida con un vestido escarlata, para un torbellino de fotografías familiares.
Al borde del fin de semana, la nueva multitud traería muchos más quinceañera y sus séquitos en busca de diversión.
DONDE ALOJARSE EN REAL DE CATORCE
hotelruinasdelreal.com