Doña Alexandra, copropietaria de la posada del mismo nombre en El Calafate, no se ajusta.
Es hora de la segunda telenovela del día pero, como casi todas las demás, el canal argentino en el que mantiene la TV cambió su horario de transmisión para enfocarse en un evento de mayor trascendencia.
Familiares y amigos ocupan los sofás del salón. En casa, abstraídos como están, les preocupa poco la comodidad de varios huéspedes extranjeros que buscan ponerse al día con las noticias.
Aunque en un plano visible poco pasa, el País de las Pampas y varias otras naciones mantienen sus antenas de cara al fin del mundo de la Patagonia.
Más que la retransmisión, nos interesaba la realidad. Sólo los separan 78 km y la decoración de esa casa-posada nos urge a partir cuanto antes.
Llegamos al anfiteatro natural de la Parque Nacional Los Glaciares todavía es media mañana. Equipos de reporteros de Buenos Aires y de otras partes del Planeta descargaron equipos de sus camionetas bajo una lluvia ligera pero gélida y se instalaron con la mejor vista posible de la escena.
Bajamos por el camino sinuoso. Una bandera albiceleste ondea, ondeando en el viento furioso. Nos detuvimos junto al mástil. De ahí hacia el norte, prevalece el majestuoso dominio del Glaciar Perito Moreno.
El origen de este río de hielo se encuentra en una falla baja en la Cordillera de los Andes. Este cañón permite que las nubes pesadas del Pacífico atraviesen el Chile al otro lado de la partición.
Y que descargan humedad en forma de nieve que se ha superpuesto durante muchos miles de años sobre lo que es el corazón del ventisquero, así los llaman los argentinos, porque los valles glaciares atraen continuas ráfagas.
El peso acumulado por la nieve hace que se recristalice en hielo.
Este hielo desciende gradualmente desde la montaña hacia el este. Treinta kilómetros en adelante, el frente de ablación del glaciar, una enorme pared de 5 km de ancho, 60 m de alto y 170 m de hielo sumergido, choca con la orilla del lago Argentino y presa el Canal dos Témpanos.
Así, separa una de las extensiones del lago, Brazo Rico, del cuerpo principal. La fractura provoca un desequilibrio de agua en ambos lados. Al cortar el flujo a Brazo Rico, hace que su flujo se eleve hasta 30 metros.
Con el tiempo, la presión y el derretimiento del hielo, acelerado por la llegada del verano al hemisferio sur, terminó por esculpir un puente.
De 1917 a 2012, en veintiuna ocasiones, este puente cedió a su propio peso y a la fuerza que ejercía el avance del glaciar contra la roca de la ribera, unos dos metros por día.
Termina colapsando sobre el lago y provoca un fuerte rugido seguido de un pequeño maremoto. La culminación de todo este proceso es difícil de predecir.
Pasan las horas. El frío y la lluvia aumentan. Castigan a la creciente multitud, envueltos en abundante ropa e impermeables, calentados por la conversación, el café y el té abrasadores. Sin embargo, la noche y la temperatura descienden. Solo los profesionales continúan exponiéndose a una frigidez agravada.
Así pasan tres días incómodos. El puente da advertencias rápidas que entusiasman y animan a las personas a regresar. Finalmente, los espectadores llenan toda la pendiente y están ansiosos por el último momento.
De vez en cuando, otro fragmento de hielo cae al agua con estrépito. La multitud se regocija. La gran caída, ésta, insiste en postergarse.
Un gaucho que trabaja como guía a tiempo parcial nos cuenta su particular agonía: “siempre que llegamos a este punto, tengo que hacer la misma película.
A las personas que traigo se les ocurre que el puente se caerá en cualquier momento y retrasarán el regreso al punto de encuentro el mayor tiempo posible.
Como se trata de una piña, aquí están los televisores y todo el aparato. Les cuesta creer que aún queda mucho por hacer. Pero mira, perfectamente puedes pasar otros 5 o 6 días sin que pase nada. He vivido varias de estas rupturas. Son una verdadera lotería ".
Perito Moreno es caprichoso, de eso no tenemos dudas. Quizás ni siquiera el prestigioso naturalista que le prestó su nombre -Francisco Pancasio Moreno. - Encontré una explicación para el fenómeno excepcional que estábamos siguiendo.
En un momento en el que el calentamiento global tan discutido encoge visiblemente a Groenlandia y los hace estremecer casi todos los glaciares y áreas heladas en la faz de la Tierra, este ventisquero se beneficia del rigor invernal del Campo de Hielo Patagónico Sur.
Se expande y asciende una y otra vez por la orilla del Lago Argentino.
Nos hartamos del frío y la incomodidad de la inmovilidad. Nos damos por vencidos. Nos aventuramos en una corta caminata sobre crampones y la superficie del glaciar.
Los montañistas destacados demuestran técnicas de escalada que les otorgan movilidad vertical en pequeñas montañas de cristal.
Entramos y salimos de cuevas turquesas. Admiramos rápidos arroyos de agua, en las profundidades de ese macizo helado.
En el camino de regreso, nos encontramos con icebergs varados en la costa y observamos, a lo lejos, el colapso de dos grandes fragmentos más del interior del puente. A pesar de todo, el puente aguanta.
A la mañana siguiente nos despertamos aplastados por el frío y el duro contacto de los crampones con el hielo.
Doña Alejandra nos da la noticia con un alivio que ni se molesta en esconder: “¿Entonces ya lo sabes? Cayó anoche. Estaba oscuro como boca de lobo. Solo allí los televisores podían estar de pie. Ya han reproducido un video medio verde pero no notas nada al respecto. Las telenovelas me han interrumpido una y otra vez por esto. Bueno, al menos ahora son sólo cuatro años a partir de ahora, con suerte más ”.
No encontramos nada en El Calafate que prometiera entretenernos mejor. La curiosidad gana. Regresamos al glaciar y encontramos el Canal dos Témpanos sin obstáculos.
Un parche del glaciar permanece incrustado contra las rocas. La grieta tiene varias decenas de metros de largo. En el lado opuesto, persiste la inmensidad azul del cuerpo principal.
Rodeamos el lago Argentino. Admiramos el resultado de la gran ruptura, junto a otros visitantes que lo hacen a bordo de una de las embarcaciones panorámicas que allí navegan.
En ese mismo momento, a pesar de la intensificación del verano austral, el resiliente Perito Moreno ya se estaba moviendo una vez más al margen.
No pasaría mucho tiempo antes de que recuperara su puente de resistencia.