
Al margen de los acontecimientos políticos y militares precipitados por Rusia, a partir de mediados de septiembre el otoño se apodera del país. En años anteriores, al visitar San Petersburgo, fuimos testigos de cómo la capital cultural y norteña se tornaba de un resplandeciente color amarillo anaranjado. En un deslumbramiento que no está en consonancia con la oscuridad política y bélica que se ha extendido entretanto.