Llegamos a (i) la eminencia de Galicia, a 1000 m de altitud e incluso más. Castro Laboreiro y los pueblos de los alrededores destacan sobre la monumentalidad granítica de las montañas y el Planalto da Peneda y Laboreiro. Al igual que su gente resistente que, a veces entregada a Brandas y a veces a Inverneiras, todavía vive en estos impresionantes lugares.
Por un mero capricho volcánico, el retazo más joven de las Azores se proyecta en el apogeo de rocas y lava del territorio portugués. La isla de Pico alberga su montaña más alta y afilada. Pero no solo. Es un testimonio de la resistencia y el ingenio de los azorianos que domaran esta impresionante isla y el océano circundante.
Dejamos los acantilados de Srª da Peneda en dirección a Arcos de ValdeVez y los pueblos que un imaginario erróneo bautizó como Pequeño Tíbet Portugués. De estos pueblos en terrazas pasamos por otros famosos por custodiar, como tesoros dorados y sagrados, las espigas que cosechan. Caprichosa, la ruta revela la naturaleza resplandeciente y la fertilidad verde de estas tierras en Peneda-Gerês.
Campos de Gerês -Terras de Bouro, Portugal
Continuamos en un largo recorrido en zigzag por los dominios de Peneda-Gerês y de Bouro, dentro y fuera de esta que és una de las zonas más veneradas del norte de Portugal.
Nos mudamos de Terras de Bouro para las de Barroso. Con base en Montalegre, deambulamos por Paredes do Rio, Tourém, Pitões das Júnias y su monasterio, pueblos impresionantes en el umbral norte de Portugal . Si es cierto que Barroso ha tenido más habitantes, visitantes no le debrian faltar.
Porto Santo, descubierto durante una tormentosa Vuelta del Mar, sigue siendo un refugio providencial. Innumerables aviones que el clima desvía de la vecina Madeira garantizan su aterrizaje allí. Como lo hacen miles de vacacionistas cada año, rindidos ante la suavidad e inmensidad de la playa dorada y la exuberancia de los paisajes volcánicos.
Curva tras curva, túnel tras túnel, llegamos al soleado y festivo sur de Paul do Mar. Se nos pone la piel de gallina con la bajada al vertiginoso retiro de Achadas da Cruz. Ascendemos de nuevo y nos maravillamos con el cabo final de Ponta do Pargo. Todo esto, en los confines occidentales de Madeira.
Sendero Terra Chã y Pico Branco, Porto Santo
En su esquina noreste, Porto Santo es otra cosa. De espaldas al sur y su extensa playa, develamos un litoral montañoso, accidentado e incluso boscoso, en la compañia de islotes que salpican un Atlántico aún más azul.
Finalmente, desembarcaremos en Graciosa, nuestra novena isla en las Azores. Aunque sea menos espectacular y verde que sus vecinos, Graciosa conserva un encanto atlántico que le es único. Quienes tienen el privilegio de vivirlo, se llevan de esta isla del grupo central una estima que permanece para siempre.
17 km2 de un volcán hundido en una caldera verde. Un pueblo solitario basado en una fajã. Cuatrocientas treinta almas acurrucadas por la pequeñez de su tierra y la mirada de su vecina. Flores. Bienvenidos a la más intrépida de las islas de las Azores.
Nos sorprendió, en la isla más grande de las Azores, una caldera llena de pequeñas granjas, masiva y profunda hasta el punto de albergar dos volcanes, una enorme laguna y casi dos mil habitantes de São Miguel. Pocos lugares en el archipiélago son, al mismo tiempo, tan grandiosos y acogedores como el verde y humeante Vale das Furnas.