Hasta la llegada de los conquistadores españoles, Izamal fue un centro de culto para el dios maya del Sol supremo Itzamná y Kinich Kakmó. Poco a poco, los invasores arrasaron las distintas pirámides de los nativos. En su lugar, construyeron un gran convento franciscano y un prolífico pueblo colonial, con el mismo tono solar en el que brilla la ahora católica ciudad.