
En el siglo XIX, los franceses y los británicos disputaron un archipiélago al este de Madagascar previamente descubierto por los portugueses. Los británicos triunfaron, recolonizaron las islas con cortadores de caña de azúcar del subcontinente, y ambos cedieron el lenguaje, las leyes y las costumbres francófonas anteriores. De esta mezcla surgió la exótica Isla Mauricio.