
Kioto estaba en la lista de objectivos de la bomba atómica de Estados Unidos. Fué más que un capricho del destino lo que la salvó. Protegida por un secretario de guerra estadounidense enamorado de su riqueza histórica y cultural y la suntuosidad oriental, la ciudad fue reemplazada por Nagasaki en el atroz sacrificio del segundo cataclismo nuclear.