
Los romanos conocían las Canarias como las islas afortunadas. Fuerteventura conserva muchos de los atributos de aquella época. Sus playas perfectas para el windsurf y el surf de vela o simplemente para bañarse, justifican sucesivas “invasiones” de los hambrientos de sol del norte. En el interior volcánico y accidentado, permanece el bastión de las culturas indígenas y coloniales de la isla. Empezamos a desenredarlo por su largo sur.